Las ovejas pastan despreocupadamente bajo piedras milenarias
que ya no interesan a casi nadie. Sólo cuando el pantano se queda sin agua
reaparecen los siete ojos del puente romano y el debate sobre su traslado o
rehabilitación. Aseguran algunos expertos que la construcción es ya
irrecuperable, porque las corrientes han lamido la argamasa como quien saborea
un trozo de turrón durante décadas. El escultor Javier Arribas vive cerca y no
se resigna a ver el efecto de la erosión. Cuando colocó en el pretil una de sus
figuras sin cara y pensativas, alguien confundió la sensibilización con
vandalismo y avisó a la Guardia Civil. Si hubiera puesto una bomba no habrían
llegado más rápido: unas horas después de la instalación artística allí sólo
quedaban las ovejas.
Jose María Robles